Las voraces
mordeduras de la diminuta mosca negra vuelven a crear problemas entre los
habitantes de zonas como Madrid, Zaragoza o Cataluña. Localizadas en puntos
cercanos de las cuencas fluviales, donde se reproducen, las plagas de mosca
negra complican las actividades laborales y los paseos a quien se encuentre
dentro de su radio de acción. Pican duro pero, por suerte, se considera que
aquí no transmiten enfermedades.
Las mordeduras de
la mosca negra vuelven este verano
Lo que llamamos
mosca negra es, en realidad, toda una diversidad de especies agrupadas bajo el
nombre de simúlidos. Más que con las moscas domésticas, están emparentadas con
los mosquitos y, al igual que sucede con éstos, las hembras son hematófagas y
necesitan el aporte nutricional de la sangre de mamíferos para realizar la
puesta.
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Son bastante más
pequeñas que los mosquitos (2-3 milímetros) pero su picadura, o mejor dicho su
mordedura, produce fuertes molestias; dolor, sangrado, inflamación y a veces
reacciones alérgicas. Por suerte, no se conoce que sea transmisora de
enfermedades.
La mandíbula de la
mosca negra desgarra la piel, al mismo tiempo que libera un anestésico, un
anticoagulante y un vasodilatador, entre otras sustancias, con las que consigue
sacar la mayor cantidad de sangre posible y que la víctima lo note con cierto
retraso.
mosca negra mordiendo, foto publicada en https://manuelcangrejo.net/blog/concienciacion-ambiental/2015/la-mosca-negra-reparte-mordiscos-por-espana/ |
Los simúlidos crían
en aguas de montaña, en ríos limpios, no en charcas estancadas como los
mosquitos. Hacen la puesta de los huevos en los cursos de agua, quedando
adheridos a la vegetación acuática como algas y macrófitos, y donde pasan
también las fases de larva y pupa, alimentándose de la materia orgánica que
lleva el río.
El problema es que
factores, como la mejora de la depuración y la creación de nuevas zonas de
regadío, han abierto cientos de kilómetros de nuevos hábitats para estos
insectos.
También las
condiciones climáticas que favorezcan el crecimiento de esta vegetación
acuática, como la falta de lluvias con crecidas de los ríos que limpien las
riberas o que renueven los fondos, potencia también la proliferación de las
moscas negras.
Esta es la
situación que se vive este año en el rio Ebro a su paso por Zaragoza, donde el
Instituto Municipal de Salud Pública ha comenzado este mes el tratamiento para
frenar la expansión de la mosca negra en la capital aragonesa, tras recibir
numerosas quejas de los ciudadanos por las dolorosas mordeduras y constatar un
nivel de mosca negra superior al de los últimos años.
Si bien el control
del crecimiento de la vegetación y la contaminación en los cursos de agua es la
forma más eficaz de ahorrarse una plaga de mosca negra, una vez ya establecida,
los programas de control de plagas para combatirla incluyen tratamientos
dirigidos directamente contra las larvas, habitualmente aprovechando las
toxinas larvicidas de la bacteria Bacillus
thuringiensis. Las toxinas que generan determinadas cepas de Bacillus thuringiensis tienen una acción
específica contra las formas larvales de estos insectos. Este se ha mostrado
como un tratamiento efectivo y que no afecta al resto de fauna y flora de los
ríos.
Tampoco han escapado
a la mosca otras zonas de la geografía española, como Cataluña, Valencia y la
Comunidad de Madrid, que actualmente tiene a los municipios de la zona sureste
en alerta por una plaga de mosca negra, localizada en zonas del cauce de los
ríos Jarama y Henares.
mosca negra en los ríos madrileños, foto publicada en el diario El País |
En Madrid, la
Dirección General de Salud Pública reconoce que el problema es “recurrente” y
“creciente”. La mejora de la calidad del cauce de los ríos por la depuración de
las aguas residuales, ha provocado la colonización de algunos tramos con la
espiga de agua, planta en la que pone los huevos la mosca negra. El agua de los
ríos afectados en Madrid proviene de las depuradoras y contiene nutrientes
(fósforo y nitrógeno) que favorecen el crecimiento de las hierbas.
A diferencia de los
mosquitos, los simúlidos son de hábitos diurnos y, aunque los adultos tienden a
vivir entre la vegetación próxima a los cursos de agua, lamentablemente las
hembras no tienen problema en desplazarse decenas de quilómetros hasta
encontrar una presa.
Fuentes: El Pais y
El Heraldo
Imagen: F.
Geller-Grimm
Las fotos que no se indican están publicadas en el Diario El Heraldo de Aragón.
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