miércoles, 7 de junio de 2017

Las mordeduras de la mosca negra vuelven este verano

Las voraces mordeduras de la diminuta mosca negra vuelven a crear problemas entre los habitantes de zonas como Madrid, Zaragoza o Cataluña. Localizadas en puntos cercanos de las cuencas fluviales, donde se reproducen, las plagas de mosca negra complican las actividades laborales y los paseos a quien se encuentre dentro de su radio de acción. Pican duro pero, por suerte, se considera que aquí no transmiten enfermedades.




Las mordeduras de la mosca negra vuelven este verano

Lo que llamamos mosca negra es, en realidad, toda una diversidad de especies agrupadas bajo el nombre de simúlidos. Más que con las moscas domésticas, están emparentadas con los mosquitos y, al igual que sucede con éstos, las hembras son hematófagas y necesitan el aporte nutricional de la sangre de mamíferos para realizar la puesta.

mosca negra, foto publicada en el diario El País


Son bastante más pequeñas que los mosquitos (2-3 milímetros) pero su picadura, o mejor dicho su mordedura, produce fuertes molestias; dolor, sangrado, inflamación y a veces reacciones alérgicas. Por suerte, no se conoce que sea transmisora de enfermedades.

La mandíbula de la mosca negra desgarra la piel, al mismo tiempo que libera un anestésico, un anticoagulante y un vasodilatador, entre otras sustancias, con las que consigue sacar la mayor cantidad de sangre posible y que la víctima lo note con cierto retraso.

mosca negra mordiendo, foto publicada en https://manuelcangrejo.net/blog/concienciacion-ambiental/2015/la-mosca-negra-reparte-mordiscos-por-espana/


Los simúlidos crían en aguas de montaña, en ríos limpios, no en charcas estancadas como los mosquitos. Hacen la puesta de los huevos en los cursos de agua, quedando adheridos a la vegetación acuática como algas y macrófitos, y donde pasan también las fases de larva y pupa, alimentándose de la materia orgánica que lleva el río.

El problema es que factores, como la mejora de la depuración y la creación de nuevas zonas de regadío, han abierto cientos de kilómetros de nuevos hábitats para estos insectos.

También las condiciones climáticas que favorezcan el crecimiento de esta vegetación acuática, como la falta de lluvias con crecidas de los ríos que limpien las riberas o que renueven los fondos, potencia también la proliferación de las moscas negras.



Esta es la situación que se vive este año en el rio Ebro a su paso por Zaragoza, donde el Instituto Municipal de Salud Pública ha comenzado este mes el tratamiento para frenar la expansión de la mosca negra en la capital aragonesa, tras recibir numerosas quejas de los ciudadanos por las dolorosas mordeduras y constatar un nivel de mosca negra superior al de los últimos años.



Si bien el control del crecimiento de la vegetación y la contaminación en los cursos de agua es la forma más eficaz de ahorrarse una plaga de mosca negra, una vez ya establecida, los programas de control de plagas para combatirla incluyen tratamientos dirigidos directamente contra las larvas, habitualmente aprovechando las toxinas larvicidas de la bacteria Bacillus thuringiensis. Las toxinas que generan determinadas cepas de Bacillus thuringiensis tienen una acción específica contra las formas larvales de estos insectos. Este se ha mostrado como un tratamiento efectivo y que no afecta al resto de fauna y flora de los ríos.



Tampoco han escapado a la mosca otras zonas de la geografía española, como Cataluña, Valencia y la Comunidad de Madrid, que actualmente tiene a los municipios de la zona sureste en alerta por una plaga de mosca negra, localizada en zonas del cauce de los ríos Jarama y Henares.

mosca negra en los ríos madrileños, foto publicada en el diario El País


En Madrid, la Dirección General de Salud Pública reconoce que el problema es “recurrente” y “creciente”. La mejora de la calidad del cauce de los ríos por la depuración de las aguas residuales, ha provocado la colonización de algunos tramos con la espiga de agua, planta en la que pone los huevos la mosca negra. El agua de los ríos afectados en Madrid proviene de las depuradoras y contiene nutrientes (fósforo y nitrógeno) que favorecen el crecimiento de las hierbas.



A diferencia de los mosquitos, los simúlidos son de hábitos diurnos y, aunque los adultos tienden a vivir entre la vegetación próxima a los cursos de agua, lamentablemente las hembras no tienen problema en desplazarse decenas de quilómetros hasta encontrar una presa.





Fuentes: El Pais y El Heraldo

Imagen: F. Geller-Grimm

Publicado en Higiene Ambiental, el martes, 6 de junio de 2017

Las fotos que no se indican están publicadas en el Diario El Heraldo de Aragón.

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